Esther Vivas | Público
McDonald’s ya no sabe qué inventarse para combatir su mala imagen. La
etiqueta de “comida basura” pesa como una losa en la reputación de la
marca. Y a pesar de los múltiples intentos por reinventarse, ni que sea
cambiándose el traje (en 2010 inauguró logotipo verde), parece que las
estrategias de marketing no han sido suficientes para mejorar el perfil
de la empresa.
Una mayor preocupación por la comida sana y la alimentación saludable
han convertido a McDonald’s, y todo lo que representa, en el enemigo a
batir. No han servido de nada sus campañas anunciando “alimentos de
calidad” o su publicidad a favor del “equilibrio alimentario”. El pesado
-y nunca mejor dicho- rastro de décadas de menús a base de Big Macs,
McPollos y Grand Big Macs han sido el mejor antídoto al marketing de la
multinacional. Sino vean el documental ‘Super size me’ (2004).
Las cifras tampoco acompañan a la número uno del sector. Entre 2011 y
2014, sus beneficios a escala global descendieron un 13,5%, y en el
primer trimestre del 2015 llegaron a caer un 32,6%. McDonald’s ya no
conecta, como lo hacía antes, con los consumidores. Un mercado más
diversificado, competitivo y exigente se lo impide. Hemos pasado del tan
cacareado “I’m Lovin’ It”, por parte de la empresa, al “I’m NOT Lovin’
It” del que deja constancia la clientela en el balance de resultados.
Ante tal escenario, no hay otra opción que “reinventarse”. En el
Estado español, McDonald’s así lo ha hecho fichando a dos “grandes” de
la alta cocina, Dani García y Ramón Freixa, con un par de estrellas
Michelin cada uno, para su campaña “Chef versus chef”. Un vídeo promocional de la empresa
lo cuenta: “Llega a McDonald’s, Chef versus Chef. Ramón Freixa, Dani
García, chefs con dos estrellas Michelín, nos presentan sus nuevas
creaciones, texturas sutiles versus sabores intensos. Nuevas Grand
McExtreme Ramón Freixa y Grand McExtreme Dani García. Un combate
culinario donde el ganador eres tú”.
Se trata, según McDonald’s y ambos cocineros, de “democratizar la
alta cocina”. Sin embargo, en McDonalds’s de “democracia alimentaria”
más bien poca. Si entendemos por “democracia”, como dice el diccionario,
“doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo” o
“igualdad de derechos”. En McDonald’s, ésta es igual a cero. De hecho,
empresas como McDonald’s, abanderadas del entramado capitalista
agroalimentario global, justamente nos restan democracia y soberanía a
la hora de acceder a alimentos sanos, campesinos, locales y de calidad,
ausentes en sus establecimientos; mientras convierten en objeto de
negocio, precisamente, la comida basura, destinada a los más pobres.
Del mismo modo que los menús de 3,90€ de McDonald’s, no significan
“democratizar la comida”, por más baratos que sean, y condenan a las
rentas más bajas a una alimentación de mala calidad; “democratizar la
alta cocina” no implica fichar, para McDonald’s y elaborar un par de
recetas para la multinacional, sino asumir, como otros chefs sí hacen,
los principios del movimiento Slow Food y apostar por una “comida buena,
limpia y justa”. El popular chef británico Jamie Oliver, que puso a
McDonald’s contra las cuerdas cunado destapó algunas de sus insalubres
prácticas culinarias lo dejó claro: McDonald’s nunca será un aliado en
la defensa del “buen comer” sino todo lo contrario.
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